Las Casas del Conde se asienta en una ladera del valle del río Francia, en su margen izquierdo, es un municipio que conserva el encanto de la arquitectura tradicional serrana. Está dividido en dos barrios: el Viejo y el Nuevo, entre los que cruza un arroyo que salvan con un puente.

Su nombre primitivo fue Casas del Sapo, pasando a llamarse Villanueva de las Casas y por último, Las Casas del Conde, por haberse integrado en los dominios del condado de Miranda del Castañar.

Las Casas del Conde alcanzó relevancia con la repoblación llevada a cabo por Alfonso IX de León para reforzar la frontera sur y controlar las rutas de acceso entre el norte y el sur.

En el año 1759, el Rey Carlos IV la libera del Condado de Miranda del Castañar y le otorga el título de villa, y le amplía su territorio con parte de El Cabaco, Nava de Francia y el Caserito. Este hecho motivó un largo litigio con El Cabaco que no compartía la decisión real, hasta que los habitantes de El Cabaco recuperaron sus tierras.

La sentencia ocupa 180 páginas manuscritas y las actas completas del proceso 1720 páginas.

Las Casas del Conde goza de un microclima privilegiado por su situación geográfica, su orientación hacia el este y la protección de las elevaciones de la Sierra.

Prueba de las bondades del clima es que en enero florecen los narcisos. Ello le permite disponer de fértiles huertos y abundantes frutales como cerezos, higueras, manzanos, perales e, incluso, naranjos y limoneros. En sus bancales se cultiva la vid y el olivo. También abundan las plantas aromáticas como el tomillo, el romero o el orégano.

Abundan los mamíferos como la cabra montés o el corzo, los jabalíes o los zorros. Algunas especies están en peligro de extinción como el lince ibérico. Entre las aves rapaces podemos ver el buitre negro, el águila real, el halcón peregrino, la cigüeña negra, el alimoche, el búho real o el buitre leonado.

Las Casas del Conde está dentro del área de protección de aves y de la Reserva de Biosfera.