La arquitectura no es estática y evoluciona con el tiempo, por lo que es complejo establecer normas comunes en un amplio espacio, ya que siempre habrá variaciones entre municipios. Sin embargo, dentro del territorio que abarca el Plan de Sostenibilidad Turística del Destino Sierra de Francia, se han identificado dos zonas con características distintas en términos de construcción. La arquitectura en la zona serrana está más relacionada con la Sierra de Francia, mientras que en las localidades del norte de la Sierra de Quilamas se observa otro estilo arquitectónico.

En la Sierra de Francia las construcciones se ven influenciadas por diversos factores como el clima, las características del suelo y las actividades humanas. El clima en esta zona se caracteriza por ser frío en invierno y caluroso en los meses de verano, con una precipitación considerable, lo que propicia el desarrollo de bosques de castaños y robles. Las actividades tradicionales han estado estrechamente vinculadas a la agricultura y la ganadería. Estos elementos han influido en los sistemas de construcción y su evolución gradual a lo largo de los siglos, en conjunto con el uso limitado de tecnología avanzada.

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Estas construcciones fueron ampliamente influenciadas por los repobladores franceses, durante los siglos XIV y XV, también en menor medida tanto de la arquitectura árabe como judía. La topografía abrupta de esta zona montañosa resulta en parcelas de tamaño reducido, lo cual lleva a que las construcciones tiendan a crecer en altura.

La fachada originalmente estaba finalizada con un revestimiento destinado a proteger los muros de los efectos climáticos, especialmente del agua. Comúnmente, se utilizaban revestimientos de barro o mortero de cal, ya que brindaban conservación, protección y desinfección. Sin embargo, también se aplicaba ocasionalmente pintura azul. Además, se empleaba la técnica de esgrafiado, que consistía en raspar diferentes capas de mortero para crear dibujos de colores y texturas variadas, adornando así las fachadas. A partir de la década de 1940, se introdujo la tendencia de pintar pequeñas escenas con animales en algunas fachadas, como se puede apreciar en casas de Miranda del Castañar o Villanueva del Conde. En los muros orientados hacia el sur, donde la lluvia era más frecuente, se solían instalar entablados de madera o tejas en posición vertical, fijados al muro con mortero.

Las tramoneras representan una característica destacada de la arquitectura serrana, y la madera desempeña un papel fundamental en su construcción. Consiste en pilares verticales llamados «pies derechos», que se disponen a cierta distancia entre sí, junto con elementos horizontales y diagonales que evitan el movimiento. Estos espacios se rellenan con piedras y cal, lo que proporciona una construcción más liviana y reduce los costos de obra.

El tejado representa la parte más expuesta a los elementos atmosféricos y cumple la función de proteger toda la estructura de la casa. Era común que tuviera un diseño de vertientes a dos aguas. En general, no se solían encontrar muchas chimeneas, ya que el humo producido se aprovechaba en el hogar para calentar, ahumar embutidos y frutas como la castaña. También servía como un método preventivo contra los insectos.

Por lo general, presentaban tres plantas bien diferenciadas, aunque en ocasiones podían tener cuatro. La planta baja se destinaba a cuadra para el ganado, mientras que la planta intermedia se utilizaba como vivienda. La parte superior, conocida como sobrado, se utilizaba como almacén y se encontraba directamente conectada a la vivienda a través del «sequero«, una estructura de madera situada horizontalmente sobre el suelo de la cocina. Esta estructura no solo actuaba como una cámara aislante para la vivienda, sino que también permitía el ahumado y secado de los productos de la matanza. Las diferentes plantas estaban comunicadas entre sí mediante escaleras, que solían ser empinadas. En cuanto al suelo, las casas más modestas solían tener pisos de barro apisonado, mientras que las casas más prósperas contaban con pisos de madera de castaño. Además de las viviendas, en el entorno se pueden encontrar diversas construcciones civiles, como castillos, torres, murallas, rollos jurisdiccionales, alhóndigas y cárceles, así como construcciones religiosas como iglesias, hospitales, conventos y un amplio número de ermitas. A cierta distancia de los núcleos urbanos, también se encuentran numerosas construcciones relacionadas con el agua, como puentes, fuentes, batanes y molinos.


En la Sierra de Quilamas, los municipios ubicados al norte se encuentran en una zona de transición entre la Sierra de Francia y la dehesa charra. Esta ubicación geográfica condiciona tanto los oficios que se desarrollan en la zona como las características de las construcciones, las cuales reflejan influencias de ambos territorios.

Estos pueblos se encuentran en una zona de terreno más llano en comparación con la zona de la Sierra de Francia, lo cual implica que no se construya en altura, sino que se aproveche el terreno de forma vertical.

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Los materiales utilizados en esta zona son similares, pero varían según su adaptación. La pizarra es más común, mientras que el granito se encuentra en las casas señoriales. La madera de castaño y roble también se utiliza, pero el barro es ampliamente empleado para hacer adobes, mortero en las paredes de los corrales y para el enfoscado tanto interior como exterior. En los pisos superiores, se solía usar barro para abaratar costos de construcción, ya que no era una pared que se luciera. La cal morena también se utilizaba, aunque la cal blanca era comprada y reservada para las familias más adineradas, usándola para embellecer el interior. Los muros se construían con mampostería, unidos con mortero de barro en general, pero los más ricos empleaban mortero de cal morena.

La madera de castaño se usaba para vigas, ventanas, varolas, cuartones y techos, mientras que en los corrales se sustituía por escobas y trozos de roble, y luego se agregaban las tejas. Los edificios nobles, especialmente en las esquinas, presentaban granito y en algunos casos, ladrillo. El suelo era una mezcla compactada de barro y cal, mientras que las alcobas contaban con cuartones de madera. Posteriormente, se introdujo la baldosa hidráulica y en los años 50 se empezó a utilizar el cemento. Las fachadas solían ser enfoscadas con barro y se encalaban los huecos como ventanas y puertas, a veces pintados de blanco, azul añil o almagre. También era común realizar enmarcados en la fachada, que en ocasiones marcaban la diferencia entre pisos, y a estos enmarcados se les aplicaba cal blanca. Los más adinerados optaban por el esgrafiado, que generalmente presentaba elementos geométricos, animales fantásticos como dragones, o guirnaldas, con una amplia variedad de formas y colores.

Las casas tradicionales se construían en sentido horizontal, con una única planta y un sobrado. Un elemento característico era el portón carretero de dos hojas, debido a que los carros desempeñaban un papel fundamental en el transporte de granos y eran ampliamente utilizados. Este portón daba acceso al corral o cuadra, el cual se encontraba separado de la casa principal y era considerablemente más espacioso que el área serrana. El corral, provisto de techo, se utilizaba para almacenar paja y disponía de pesebreras para acomodar al ganado vacuno. En algunas ocasiones, contaba con un segundo techo donde se almacenaba heno. Además, solía haber un área sin techar en la parte trasera de la casa, donde se cultivaba una parra, brindando así un ambiente propicio para la vivienda.

La casa contaba con una puerta de doble hoja que permitía la entrada de luz y ventilación al zaguán. Desde allí se accedía a la habitación principal, la cual poseía la ventana principal. A continuación, se encontraba una sala con una alcoba que disponía de una ventana exterior, y al fondo de la casa se ubicaba la cocina, la cual carecía de luz natural debido a la presencia de una chimenea grande y abierta. En algunas viviendas, después de la cocina se encontraba una pequeña habitación con un ventanuco que se utilizaba como despensa o para alojar a invitados. A través de una escalera se accedía al sobrao, donde se almacenaban el grano, las patatas o las castañas. El embutido se guardaba en las campanas de la cocina. En el sobrao, los labradores disponían de una sección llamada «paneras» para almacenar el grano después de la cosecha. Por lo general, los tejados tenían una estructura a dos aguas, aunque eran más planos que los tejados serranos debido a la menor cantidad de lluvia y al tamaño más amplio de las viviendas. También se utilizaban tejas en la pared del hostigo.

Otras construcciones relacionadas con la ganadería son los chozos, que se construyen utilizando varas y vigas, y se revisten con escobas (como la ermita de Escurial de la Sierra). Estos chozos se utilizan para albergar animales o como refugio para los vaqueros. También se encuentran las chiviteras (para resguardar el ganado, principalmente caprino), que son estructuras más bajas con la parte superior en forma de cono que se va cerrando gradualmente y se cubren con tierra. Además, están las tenadas, los lavaderos, las fuentes construidas con mampostería unida con cal morena en el exterior y enlucida en el interior con cal blanca, pilares de granito tallado, puentes y los muecos de madera, como el de Cilleros de la Bastida.

Los cruces de caminos tenían una gran importancia, ya que generalmente era en esos puntos donde se encontraban los humilladeros (posteriormente ermitas). Además, en aquellos municipios con administración jurisdiccional, era allí donde se encontraba la horca de ejecución.

Un apartado específico merece los hornos de cal de la Sierra de Quilamas, ya que entre 1.000 y 1.300 metros de altitud existe una franja de piedra caliza. A lo largo de toda la Sierra, se hallaban numerosos hornos de cal que se utilizaban para obtener la cal morena, la cual tenía una amplia aplicación en la construcción tanto en la Sierra de Francia como en la de Quilamas. Algunos de estos hornos han sido rehabilitados, como es el caso de Linares de Riofrío y Navarredonda de la Rinconada, y forman parte de la ruta de la Calería que atraviesa todos estos municipios.