En la localidad de Monsagro llegó en una ocasión un forastero que alquiló una casa en frente de la iglesia y pidió que no fuera molestado mientras permaneciera allí.

Únicamente que se le sirviera la comida todos los días a través de una gatera. Y con ese acuerdo fueron pasando los días hasta que un día la comida no fue recogida ni al mediodía ni a la cena. Los vecinos se alarmaron y tiraron la puerta abajo para ver que sucedía, pero no encontraron a nadie allí. Lo único que había eran los platos de comida, con la comida intacta sin signo de putrefacción. Al marcharse encontraron una despensa que abrieron encontrando más platos con comida en perfecto estado, a su lado había una talla de un cristo crucificado tan alta como una persona. Los vecinos interpretaron que fue tallada por un ángel enviado por Dios y desde entonces se venera como el Cristo de los Afligidos que da amparo al que pide auxilio y sobrevivió a las esquilmaciones que sufrió la iglesia durante la guerra de la Independencia y continúa en la iglesia de la localidad, honrándole el 14 de septiembre en las fiestas patronales.

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