Se cuenta que en el municipio de El Cabaco hace muchos años había una familia donde el padre era carbonero su hijo, llamado Pedro, tenía 5 años y todos los días llevaba el almuerzo a su padre. El oficio de su padre se desarrollaba en gran parte en el monte y, en una ocasión, en la que trabajaba en una zona muy cerrada, el niño se perdió.

Cuando el padre finalizó el trabajo y regresó a casa, ambos progenitores se dieron cuenta de la ausencia del niño, salieron a buscarlo acompañados por todos los habitantes. Pero a pesar de las horas invertidas y el terreno recorrido, el niño no aparecía y se hizo noche cerrada. Las mujeres mayores rezaban a San Antonio para que el lobo, cuantioso en este territorio, no se lo comiera y al alba, al salir de nuevo a buscarlo y con el cansancio acumulado de la noche el niño apareció de forma increíble en un chozo utilizado por los pastores para protegerse del frío y la lluvia. El niño, al ser preguntado si había pasado miedo en la oscuridad de la noche, contestó con tono calmado que había estado con un coco (lobo) y cuando este cerraba los ojos le decía:

«Coco no te duermas…, que te duermes». Desde entonces en la localidad a ese monte se le conoce como Pedro Lobo.